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Astrid se queja,
lo hace durante horas, semanas, meses.
Entre cuatro estaciones construye su madeja de quejas,
que la deja encerrada e inmóvil.
Allí suspendida,
blinda su madeja con excusas,
por si alguien intenta liberarla,
con abrazos o palabras.
Se queja por sus eczemas,
por el amor perdido,
por lo hijos que se alejan,
y en lamentos deshilacha a la mujer que fue.
Cuando cae la noche,
aferrada a su rosario reza,
creyendo que la fe borrará sus quejas,
mientras sigue atrapada en su madeja.
lo hace durante horas, semanas, meses.
Entre cuatro estaciones construye su madeja de quejas,
que la deja encerrada e inmóvil.
Allí suspendida,
blinda su madeja con excusas,
por si alguien intenta liberarla,
con abrazos o palabras.
Se queja por sus eczemas,
por el amor perdido,
por lo hijos que se alejan,
y en lamentos deshilacha a la mujer que fue.
Cuando cae la noche,
aferrada a su rosario reza,
creyendo que la fe borrará sus quejas,
mientras sigue atrapada en su madeja.
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