6/11/10

ESO NO SE DICE

Hace unos días en la remisería de la vuelta, mi hija me incineró haciendo un comentario acerca de lo que opino sobre los telefonistas del lugar y el servicio. Ese día me trasladé con ella hacia la casa de mi madre, y al llegar comenté entre dientes: “esta pibita es una bocona”. Mi madre estalló de risa y me dijo: “Igualita a vos, con las que me hiciste pasar”…Parece que con los hijos el boomerang regresa directo a los dientes.
La verdad que enseñarle a un niño como omitir o callar ciertas cosas es bastante difícil. Sin embargo, mi madre nunca dudo a la hora de moldear mi honestidad brutal y ese espíritu bocón, aunque tuvo que ser perseverante para lograrlo. En realidad lo que no podía comprender en aquella época era por qué me enseñaba a ser honesta, y por otro lado me pellizcaba el brazo por debajo de la mesa en las reuniones familiares. A veces cuando lo hacía le mandaba una mirada de niño poseído y la desenmascaraba gritando OUCCHHH bien fuerte. Yo era de esas niñas que prendía la mecha que hacía estallar las rencillas de la parentela o sacaba a la luz las cosas de las que no se hablaba.
Recuerdo que en una oportunidad fui testigo de los comentarios que hizo mi abuela y mi mamá, acerca de cómo mi tía vistió a su hija para asistir a un casamiento. Allí almacené en mi disco rígido todo lo que allí se dijo, quizás por la compasión que me provocó la imagen de esa pobre niña vestida con esa bolsa de arpillera en pleno verano (así fue como calificaron el atuendo que llevaba ese día) ¡Cómo una madre podía hacerle eso a su hija! Finalmente llegó el día en el que todos nos juntamos de vuelta, en la casa de mis abuelos. La tía criticada era la esposa del hijo favorito de mi abuela y madre de sus nietos preferidos (cosa que me enojaba bastante). Mi abuela revoloteaba y adulaba permanentemente a esta mujer. Ya harta de la danza y con todo el sector femenino de la familia en la cocina, lancé la siguiente acusación: “¡Abuela sos una falsa! Por qué tratás así a la tía si el otro día con mamá dijeron…”y recité todo el rosario. Mi abuela quedó desorbitada y no sabía adonde esconderse, mi tía tragó saliva y se puso colorada (la cara le hervía) y mi madre me tomó del brazo y me llevó en el aire hacia la sala. Allí susurró entre dientes: “¿vos te das cuenta de lo que hiciste?”, mientras tanto mi tía aprovechó para exponer un monólogo acerca de la ética y la envidia familiar. Creo que fue una de las reuniones más cortas de mi vida, almuerzo sin cafecito y sin masas. Una vez en mi casa me dieron un sermón acerca de las cosas que no se deben decir por piedad o para no ofender. Mucho no me convenció, y en secreto seguí defendiendo la teoría de que lo que debía primar era la verdad. Pero mi madre persevero y perseveró, frenando con una sonrisa de “vos me entendés” cada uno de mis intentos.
Comparado con los niños de este siglo (entre los que incluyo a mi hija) yo de niña era lo más parecido a la amiga paralítica de Heidi. Si nosotros teníamos un disco rígido de 3 gb ellos tienen uno 500 gb. Es impresionante la capacidad que tienen estos mocosos para almacenar información. Son como ese amigo memorioso que se acuerda de todo, incluso aquellas historias con las que preferirías hacerte la pelotuda atómica y que te obliga a contestar: “jeje, sabés que no me acuerdo”. O como esa compañera de trabajo, con la que un día desnudaste tu alma y que luego se vale de esa data para usarla en tu contra. Así como las señoras usan botox para no gesticular y arrugarse, los padres deberíamos aplicarnos botox en la lengua para que no se mueva. Porque allí están estas criaturitas, agazapadas mirando y escuchando lo que decimos, incluso cuando no lo advertimos, para hacernos recordar que somos esclavos de nuestras palabras. Y que ni se te ocurra contarle las tropelías que cometías cuando eras pequeño, porque después no se puede pretender que TU hija sea la niña más aplicada de la clase. Como dije antes cualquier historia puede ser usada en tu contra. Lástima que esa maestra me lo avisó tan tarde…Ahora ella se excusa diciendo: “Pero maa si vos también lo hacías”. Ahora entiendo la amnesia de mi padre cuando con vos encantadora le preguntaba: “papi ¿y vos que hacías cuando eras chico?” Flor de delicuente debe haber sido el pelado.
Y así es el estado de las cosas, cuando creía que era libre de la sonrisa de vos me entendés de mi madre, ahora soy víctima del oído absoluto de mi niña, que no se pierde ni una nota, ni una coma y recuerda todo lo que vocifero. Y aunque abuela y nieta se hayan confabulado para imponerme la frase: “Si no quieres que se sepa, no lo digas” quizás para un caso perdido como el mío lo mejor sea aprender el lenguaje de señas para poder despotricar tranquila mi odio por el universo o empezar a hablar en jeringoso. Así la próxima vez podré exclamar frente a mi descendencia: Epestopos pepelopotupudopos quepe apatipienpedepen epel tepelepefoponopo sepe opolvipidaparopon depe mapandaparmepe elpe repemipis opotrapa vezpe ¡¡¡¡quépe hipijopos depe puputapa ¡!!!!

4 comentarios:

  1. Tambien podes aprender a manejar.
    No quiero ser anonimo soy tu primo Guillermo.

    ResponderEliminar
  2. a veces me siento la amiga de Heidi...
    y me parec e que somos unos cuantos

    muy bueno el post

    beso

    ResponderEliminar
  3. Gracias Vir,vienen bravos los niñitos. Besos.

    ResponderEliminar