18/4/10

Mi Hija, los Anteojos y la Mujer Maravilla



A mi hija le recetaron anteojos. Ayer camino a la óptica se mostró un poco preocupada acerca de su aspecto y preguntó si iba a parecer ñoña (son los términos que incorpora gracias a los Simpson); con aires de superada le contesté que no; que su papá y yo usamos anteojos en la infancia y a nadie se le ocurrió tildarnos de ñoños….ejem. Una vez en la óptica descubrí y agradecí la manera en que las cosas cambiaron. Los formatos de los anteojos son diiiiiiiiviiiiiinos, ultralivianos, coloridos y cancheros. Mi hija salió del lugar muy contenta y mientras mi marido le advertía que los iba a tener que cuidar, yo al igual que muchacho del efecto mariposa me transporte a la época de la infancia en la que veía al mundo a través de mis gafas. Y me quedé callada impregnada por la nostalgia.
Mi historia con los anteojos comenzó a los 5 años, cuando mi mamá se dio cuenta que tenía la mirada de Demian (el pibito de la Profecía) pero como era una señora lúcida no me llevó a ver al cura y me llevó al oculista. Allí el médico nos comunicó que tenía que usar anteojos. Mi madre, como siempre, averiguó cual era el mejor lugar para hacerlos y me llevó a Lutz Ferrando. Aunque en esa época no importaba si ibas a LUTZ FERRANDO o a la óptica LUCIO FERNANDO a la vuelta de tu casa, ya que todos los marcos de anteojos eran gruesos, un poco grotescos, oscuros y pesados (te marcaban la nariz). Para colmo de males no se había inventado el tratamiento antirreflex, así que los cristales tenían un color verdoso o amarronado. Imposible no parecer Victor Sueiro...y después llorabas porque en la escuela te cargaban, pero era lo mínimo que te podía pasar.
Esto llevó a que durante los primeros años de colegio fuera bastante retraída y callada, escondida detrás de las gafas. Cuando me pedían que me los saque moría de vergüenza.
Sin embargo, todo cambió el día que ELLA llegó a la pantalla chica. La mujer maravilla fue un flash en mi retina y lo que consideraba una desgracia se convirtió en una bendición. Me sentí privilegiada por ser la versión mini y Argentina de la superheroína. Es que yo tenía todo para serlo, el pelo largo y castaño, los ojos verdes y las gafas de Diana Prince. Me faltaban la cintura de avispa y las piernas largas, pero a esa edad no me importaba. Cuando aparecía yo quedaba boquiabierta pegada a la pantalla, viendo como mi ídola peleaba con los nazis. Parecía pequeña señorita Sunshine mirando los concursos de belleza.
Después del show levantaba los anteojos en el aire, soltaba la cola de caballo y giraba giraba hasta que me caía por el mareo. Pero un día mi hermana mayor me pinchó la burbuja. Los hermanos mayores siempre te pinchan la burbuja, con papá noel, los reyes; y encima en la adolescencia te piden que te avives. Pero retomando el tema, una tarde mi hermana haciendo gala de su habilidad manual se armó el traje de wonder woman. Le robó a mi madre el rollo de papel aluminio, lo pegó sobre cartón, y de esta manera confeccionó las muñequeras, la vincha y el corset, no eran dorados pero al menos brillaban. También lleno de estrellas un bombachón de gimnasia y finalmente se calzó el traje. No les puedo explicar la frustración que sentí, porque así vestida me obligó a que fuera la sosa de Jamie Sommers, más conocida como la mujer biónica ¡pero si la rubia era ella y YO era la elegida! Así durante toda la tarde me atrapó en su lazo de la verdad. Esa fue la única vez que jugué con ella a las superheroínas. Pero decidí esperar, con el deseo oculto de que algún día se aburriría; y una fan sabe esperar y en la espera mantiene viva la pasión. Y así fue, un día ella se cansó del personaje. Aprovechando que no estaba, mi mamá me alentó a que me ponga el disfraz ¡¡¡¡¡¡¡¡¡No les puedo explicar la emoción!!!!!!!!!! Pasé toda la tarde acomodándome las muñequeras, atajando balas y revoleando una soga raquítica pintada de plateado, hasta quedar agotada, hecha un desastre, despeinada y sin la vincha.
Esta es una breve reseña de como la super heroína cambió mi vida de cuatrochi para siempre. No hubo un día que no me sintiera el retrato vivo de Diana Prince con mis gafas camino a la escuela. Nunca más me molestó usar anteojos y siempre le estaré agradecida al mítico personaje interpretado por Linda.

1 comentario:

  1. nos marcó a todas "la mujer maravilla". Todas queríamos (y queremos aún) ser ella

    ResponderEliminar