7/6/11

EL CONTAINER HOGAREÑO

Todos en nuestros hogares tenemos algún objeto decorativo que nunca cumplió con esa función y que con el tiempo quedó degradado al útil pero tan poco glamoroso papel de container. Antiguamente nuestras madres lo llamaban centro de mesa. Son pocas las casas donde falta algún receptáculo para acumular todas esas porquerías pequeñas e inclasificables que no tienen lugar ni en el costurero, ni en la caja de herramientas o incluso en el portacosméticos. Esos objetos irritantes que aparecen en medio de la mesa del living o del comedor después de que diste vuelta la casa y te quedó limpita y perfumada, y que hacen que te preguntes: “¿adónde carajo pongo esto?” Con estos términos trato de explicar el fastidio que me provocan encontrarlos después de haber ordenado todo. Algunas personas en vez de usar el centro de mesa tiran todo adentro de un cajón, hasta que llega el día en que ya no cierra, y hay que ponerse a acomodar y clasificar.

En mi casa el container es una panera divina de estructura metálica con una tela que se engancha y abrocha y que se puede sacar para lavar. La pobre nunca cumplió con la función de llevar el pan a la mesa, porque rápidamente quedó reducida al rol de receptáculo doméstico.

Aquí un listadito de todas las porquerías inútiles que acumulo en ella:

Un tornillo, algún pequeño objeto de encastre o una tuerca, ese que está tirado en el piso o la mesa y no te atrevés a deshacerte de él por miedo a que sea parte de alguno de los arreglos que tu marido dejó inconcluso. Tampoco lo ponés en la caja de herramientas porque después seguro que no lo encuentra. Y vos no querés ser la culpable de que después no haya otro igual y no sabe la medida, por eso por las dudas lo arrojás al container para evitar conflictos maritales o que te pase lo mismo que a ese muchacho que arrojó el famoso pituto al inodoro, glup, glup.

Los juguetitos de la piñata que la nena trae de los cumpleaños. Vos gastás fortunas en las miniaturas littlest petshop o los pequeños pony, pero la chiquita igual se empeña en juntar esas porquerías y traerlas a casa. Es capaz de noquear a alguien de un codazo para acaparar más, y cuando termina la fiesta te los muestra como si fueran monedas de oro. Debo confesar que yo los tiró aunque siempre se renuevan. Menos mal que ya cumplió 8 y ya no ponen tanta piñata.

Los papelitos del los saldos del cajero, si, yo los guardo así no me entra la duda si falta o no falta, cuanto dejé la última vez y evito la expresión: ¡pero si deje más! ¿qué mierda me descontaron ahora?, etc.

Los cargadores de los celulares, el container es la garantía para encontrarlos con facilidad, sino cagaste.

Los moñitos de la bombacha. Esos que pinchan porque no se con qué mierda de hilo los cosen y los arrancás por el prurito que provocan. Y aunque digas un día de estos lo vuelvo a coser, ya sabés que moñito que se sale del calzón nunca vuelve.

Las etiquetitas que vienen enganchadas en la ropa nueva. Últimamente vienen con alfiler de gancho y todo, y las de ropa de nena tienen ilustraciones tan lindas que te da pena tirarlas. Yo tuve unas de Pucca dando vueltas como 1 año, hasta que finalmente me deshice de ellas.

Un señalador del año del orto que te regaló tu amiga con el libro de Elsa Bornemann y vos por el tema de la nostalgia no lo querés tirar ¡ Y qué frase! Shakespeare se vació las órbitas para no leer: “Dos claveles en el agua no se pueden marchitar, dos amigos que se quieren no se pueden olvidar”.

La lapicera que palmó y no tiene más repuesto aunque en la punta tiene una cabecita loca de smile tan linda y simpática que da pena eliminarla.

Una llave que no sabés que candado, diario íntimo o puerta abre, pero bueno de algún lado salió y podés llegar a precisarla.

El par de la gomita del pelo de la nena, ese que no encontrabas hacia tiempo.

La escarapela, esa siempre queda ahí archivada en el container después del mes de Julio.

Boletitas chiquitas del estacionamiento, del cafecito en el bar, que no sabés por qué corno no fueron derechito a la basura.

Y no se me ocurre ninguna más aunque siempre hay espacio para una nueva.Y bueno, como podrás ver te abrí la puerta de mi container. Habría que ver si se podría elaborar un test para sacar el perfil de personalidad de acuerdo a las porquerías insignificantes que acumulás en el receptáculo y que poco tienen que ver con aquellas pequeñas cosas a las que les canta Serrat.

Y animate, contame todas las cositas que tenés en el tuyo, así no me siento tan sola con esta vocación de basurera.

8 comentarios:

  1. xD! no serás pariente mía?
    guardo infinidad de porquerías en centros de mesa, adornos con tapa y cajones que deberían tener cosas útiles.
    en la máquina de coser que se banca sobre su tapa mi notebook, guardo desde los dientes de mis hijos hasta los de mis perros ( sin palabras, un horror)
    cassettes y DVD, ni hablar, los guardo en un baúl ni se para que
    después de leer este post, me parece que salgo corriedo a buscar una bolsa negra de consorcio y chau porquerías

    que vocación por juntar basura!!!!

    beso

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  2. Hola Vir,más allá de las porquerías acumuladas lo que más me jode es que nunca se que hacer con ellas cuando las encuentro por eso las arrojo en la panera. Es que se reproducen constantemente nunca las podés eliminar, jajajajajaja.

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  3. Muy bueno Connie, me partí de risa con tu panera, lo del test de personalidad me encanta. Yo no se si catalogarme de obsesivo porque todo tiene un sitio en mi casa, podría parecer aburrido pero en general la gente no me etiqueta de ello. Te decía de la obse, lo único que no me cierra es que mis cajones también están acomodados y cada cosa tiene un sitio. Será por eso que sólo puedo convivir con mi perro? dicho sea de paso tengo unos objetos que son como cajas de plástico y que los uso para bloquear el acceso nocturno de mi perro al sofá, caso contrario se sube a dormir entre los almohadones mientras está fuera de mi alcance visual, basicamente porque estoy durmiendo. Estas cajas son una especie de huella del tiempo pasado, aquel en que en mi casa mandaba el perro y no yo, jejeje. Besos Connie, me ecanta tu sentido del humor. Gastón

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  4. yo tengo, y lo llamo porqueriómetro

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  5. Un nuevo término para el vocabulario. Adonde está el tornillo? Lo arrojé al porqueriómetro. Muy bueno.

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  6. por suerte, los boletos se terminan y ya no los podremos acumular.

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  7. mi acumulador de porquerias lo tengo en un "lapicero" que tengo en mi escritorio. Ayer lo vacie y habia cosas que directamente desconocia su existencia. Obviamente encontre cosas que si las hubiera encontrado antes hubiese estado mejor, ahora ya no sirven para nada.
    besos,

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  8. Gracias por pasar y contarme acerca de su container.

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