28/7/10

SEÑORA


No puedo entender cuál fue el evento que lo precipitó, pero lo cierto es que me convertí en señora antes de pasar por el registro civil.
Todos sabemos que existen mujeres que parecen ancianas por su apariencia anticuada, incluso desde niñas, pero este no fue mi caso ya que durante gran parte de mi vida tuve que hacer esfuerzos para aparentar la edad que tenía. A los 23 años en un lugar de la costa atlántica una señora evitaba hablar de sexo, ya que suponía que yo era la amiguita de los hermanitos de mi amiga que en esa época tendrían unos 13 años. A los 24 años cuando comencé a ejercer mi profesión, nadie lo creía, los pacientes observaban con desconfianza todos mis movimientos, hasta que algún padre se atrevía a deslizar la siguiente pregunta: "disculpe ¿usted es médica o practicante? (Mientras retiraban a sus hijos de la camilla). Con este panorama, seguí circulando por este planeta, sin dar cuenta que mi fisonomía iba cambiando y seguramente se modificaba junto con mi vida. Sin embargo había algo en mí, quizás por inercia, que me llevaba a seguir imaginando que era el retrato vivo de Dorian Gray. Y bueno, uno puede permanecer dormido durante un largo tiempo, especialmente cuando ejerce la vocación de hacerse el tonto sin ningún esfuerzo. Pero el golpe llega, sin piedad y sin anestesia para despertar algunas neuronas. Y así fue como me sentí el primer día que me llamaron señora. Mi mente, espíritu y mi corazón tuvieron que aceptar ese rótulo antes de ostentar la libretita roja o de portar una alianza en mi dedo anular. Quizás algunas lectoras coincidirán conmigo, pero habitualmente el lugar donde se recibe el primer palo es en algún centro comercial. No sé si será consecuencia de que la adolescencia se prolonga durante muchos años o que reconocer la adultez es toda una movida, pero la brújula interna falla y uno se mete desorientado en una casa de ropa que pinta un look adolescente. Y si... de esta manera le deja el camino abierto a la decepción y así lo cuenta mi experiencia y el mal trago que sufrí cuando la una señorita vendedora, de unos 18 años, articuló la frase: "Buenas tardes, SEÑORA ¿necesita algo?", dejándome patitiesa y con ganas de responder: "si querida, tu edad". Pero cuesta entrar en la cuenta y uno se vuelve a olvidar, hasta que un nuevo acontecimiento nos recuerda nuevamente que ya no se es digno de un tuteo.
Mi experiencia más traumática tuvo lugar un día de carnaval. Durante años en el mes de febrero, al circular por las calles de mi barrio, tuve que darle rienda suelta a mi ingenio para esquivar a los vecinitos latosos que me perseguían con las bombitas de agua. Pero un verano mientras caminaba para realizar un trámite, un grupo de purretes inició una persecución a mis espaldas con la idea de dejarme empapada. Yo aceleré el paso para alejarlos, hasta que el cabecilla de los vándalos se cruzó delante de mí teniendo que enfrentar mi cara de espanto. Allí fue cuando mis oídos tuvieron que ser testigos de la siguiente revelación: "uuuuuuuh SEÑORA, disculpe". Por supuesto ese comentario desalentó al resto de la banda y rápidamente nos sentimos todos decepcionados, los niños porque su plan se frustró y yo por entrar en la cuenta de que mi eterna juventud me había abandonado. Esta anécdota dio lugar a una de las frases que suelo repetir con frecuencia: "me di cuenta que había envejecido, cuando los niños del barrio me dejaron de arrojar bombitas en carnaval”.
Ya no me arrepiento de sumar años y no puedo disimular la edad que tengo. Ahora soy señora con alianza, libreta y todo el cotillón. Todo esto sumado a todos los cascotazos recibidos que no me dejan ocultar los años que pasaron y que me convirtieron en una señora para propaganda de sopas. Sin embargo, nunca logré que aquella chiquita me deje y de vez en cuando la dejo salir a dar vueltas por ahí.

4 comentarios:

  1. que los niños te dejen de arrojar bombitas es un alivio. ¡En esos casos me gusta que me vean como Señora! Y para sentirnos super jóvenes, pensemos que todavía no nos ceden el asiento en el colectivo...

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  2. Creo que cuando estemos viejas ya NADIE va a ceder el asiento. Cada día la gente es más indiferente. Pero capaz que sigan diciendo doña o abuela, aaayyyyyy . Igual prefiero que en un futuro me digan abuela y no mascarita como consecuencia de tanto lifting. Lo bello de las abuelas son esas marcas en la piel y las arrugas alrededor de los ojos y la frente que ablandan la mirada, yo no me las quiero perder.

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  3. La peor fue la que me tocò a mi Connie!!!. te puedo asegurar; cuando en el 2008, embarazada de mi hijo Luciano, en la obra social pidieron que el mèdico justifique un pedido de doppler de arterias feto-placentarias y el mèdico puso algo asì como "paciente añosa, etc, etc x placenta envejecida, etc, etc...". Dos patadas en una misma frase!!! fue muuucho! o no???. No sòlo estaba vieja yo sino mi placenta tambièn!!!

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  4. Dos patadas a los dientes, siiii. En vez de hacerte sentir plena y feliz te hacen sentir vieja y enferma, lamentable los obstetras tendrían que revisar el término.

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